Imagen del autor
S

on muchos los sucesos destacables que integran por estos días la realidad de nuestro país.

Algunos, pasaron a ser costumbre, incluso de antigua data; otros, son cíclicos debido a las circunstancias. Por un lado, los políticos en campaña aumentan las distancias, alejando los factores de cohesión social y afectan la unión, es decir al propósito de unirse para determinados propósitos; su postura ocasiona el deterioro del diálogo, dificulta encontrar soluciones conjuntas a problemas comunes.

Pregonan que son esplendor de unidad, que por eso el pueblo descarta toda otra oferta electoral; razón por la cual en la siguiente encuesta aumenta el porcentaje a favor, y en proverbial paradoja recalcan que "se agranda la distancia", con quienes, se supone, deberían conformar el frente para asegurar el acceso al poder.

A todo esto, entran al juego los porcientos, ese embrollo de números que se presta a interminables análisis. Tampoco faltan los frustrados para quienes "solo son fotos del momento", discrepan de los porcentajes, restando importancia cuando son desfavorables.

Ocurre que al mismo tiempo, el reajuste de precios tiene afligidas, sobre todo a las personas que compran en mercados, la subida alcanza niveles de penuria, de tristeza, con un camino corto para ser sufrimiento.

Si bien la inflación tiene fuertes componentes de política monetaria: la emisión descontrolada de billetes entre los más importantes; la causa más visible se manifiesta en la oferta de bienes y servicios, así como en la conducta asumida por consumidores, situación que está jugando a la mala, pues los productores y los intermediarios están como en rio revuelto, y tienen el mismo argumento: no tenemos dólares. Es una causa importante; no obstante, el impacto debiera ser proporcional según sea el caso, reajustan sin mesura, duplican o triplican -como ocurre con los medicamentos-.

Todos especulan con sus precios, argumentan la escasez de combustibles. De tal manera que, la inflación como a menudo sucede, viene a ser también autoconstruida: está de moda subir los precios ahora nos toca a nosotros. Como decía un profesor de teoría económica: mientras los sueldos suben por la escalera los precios suben por el ascensor. El resultado final no será extraño: los ricos serán más ricos, y los pobres más pobres.

Los actores económicos afirman que la inflación no es deseada, no le conviene a nadie; pero en los hechos es provocada, no quieren que suba nada, aunque por su parte, y por si acaso duplican; otro remedio no queda, afirman.

A partir de entonces, con velocidad exagerada se forma el círculo inflacionario, ¿alguien sabe dónde comienza y termina la subida de precios?

El asalariado comenta que no sirve de mucho teorizar; hoy comimos menos que ayer, y como se ve el día, será menos al llegar mañana.

Por su parte, los politólogos remiendan sus conclusiones, se refieren al veinte por ciento de indecisos. Sencillas podrían ser las razones: que entre tantos buenos es complicado elegir al mejor, o que ninguno merezca la confianza del voto. ¿Usted qué opina?

Mario Malpartida es periodista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.