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orge Patiño hace el favor de citarme a menudo en sus columnas y me obliga con inteligencia a revisar mis ideas y convicciones. Aprecio encarecidamente el debate que Jorge propone por su respeto y sagacidad.

En su columna del 23 del mes pasado en Brújula Digital, Jorge pregunta si el desastre que vivimos hoy se debe a que el gobierno del MAS es socialista o simplemente incapaz. Su tesis es que de socialista el MAS no tiene más que el nombre (en su siguiente columna incluso califica al MAS como un partido “libertario”) y que sus fracasos se deben principalmente a su incapacidad y su corrupción. Yo creo que Jorge está profundamente equivocado. Son inútiles y ladrones como ellos solos, sí, pero su fétido gobierno y su ensañada maldad están claramente enraizados en una doctrina socialista.

Patiño pregunta qué socialismo podría ser el del MAS si no ha subido los impuestos a los ricos o intentado controlar los precios (a excepción del de la gasolina) o transferido todos los medios de producción al Estado... Pero ¿dónde vives Jorge? ¿En serio piensas que el MAS no ha hecho nada de eso?

Claro que el MAS ha subido los impuestos a los ricos. ¿O no te acuerdas del Impuesto a las Grandes Fortunas establecido el 2020? ¿No te acuerdas de las permanentes bellacadas de García Linera amenazando con meterle mano a los más pudientes (“hay que aumentar impuestos a la gente muy rica de este país y hay que hacerlo sin miedo…” Brújula Digital 4/8/2023)? Pero, claro, la alícuota es lo de menos, el MAS ha llevado adelante un ataque sistemático a todo empresario capaz de hacer fortuna. Te recuerdo que fue durante el gobierno de Evo Morales que se establecieron los cupos a la exportación de trigo, arroz, maíz, soya, carne y otros, que, de acuerdo con el IBCE, les ha confiscado a los empresarios agrícolas alrededor de $us 6.000 millones entre el 2008 y el 2022. Te recuerdo, además, que fue Evo Morales el que se metió con ejército y todo a nacionalizar las empresas petroleras ahuyentando toda posibilidad de que nuevos empresarios privados (bolivianos o extranjeros) quieran meterse a ese u otros negocios por temor a recibir el mismo trato. Recuerda también que el gobierno está ahora mismo haciendo todo lo posible por obligar a los grandes exportadores a que le entreguen sus dólares (el presidente anunció la semana pasada que dejaba abierta la puerta para un “control de divisas”). Hacer empresa y plata en este país es un calvario porque el MAS confisca nuestra propiedad privada de mil maneras. Tanto así que la única opción es pasar a la clandestinidad informal. El MAS nos arrincona con impuestos, inseguridad jurídica, regulaciones por doquier y nos obliga a violar las leyes para sobrevivir. Eso destruye el tejido social y todos vivimos a salto de mata entre el deseo de ser honestos y dignos, y el instinto de sobrevivencia. No, no te equivoques Jorge, ser rico y empresario en Bolivia es tener un tiro al blanco en la espalda.

Por otro lado, el MAS no solo que “intenta” sino que, al menos desde el 2011, efectivamente controla muchos precios además del de la gasolina. Usando diferentes mecanismos, el gobierno controla el precio de los principales bienes de la canasta familiar: la leche, la harina, el pollo, el cerdo, la carne de res, los refrescos, el pan, los derivados de soya, el transporte, las verduras, y varios otros. ¿No acaba de crear el gobierno el Centro de Monitoreo del Comité de Seguridad Alimentaria con el único propósito de profundizar el control de precios en los mercados? Y entendamos bien esto, el control de precios no es solo una medida administrativa y populista que hace ineficiente la asignación de recursos escasos, es, en efecto, una medida de confiscación de riqueza. El precio de venta es el vehículo por el cual un productor o importador es capaz de apropiarse del fruto de su inversión, su esfuerzo y el riesgo en el que incurrió. Si el gobierno le pone límites discrecionales a ese precio, le arrebata esa posibilidad y su propiedad privada. Los únicos límites a los precios debieran ser los que los mismos vendedores se autoimponen de acuerdo con la demanda y la competencia que enfrentan en el mercado.

Y en cuanto a la transferencia de los medios de producción al Estado, ¿no pasó eso con la nacionalización de los hidrocarburos?, ¿no tenemos un monopolio estatal en la industria aeronáutica?, ¿no ha usado el MAS nuestra plata para crear más de 100 empresas estatales y no está tratando de abrir otras 100? ¿no se ha metido el Estado a producir alimentos, medicamentos, computadoras, papel y un largo etc., desplazando a la iniciativa privada? Si esto no es socialismo, ¿qué es?

Jorge también pregunta qué socialismo podría ser el del MAS si no ha invertido en las futuras generaciones mejorando educación y salud. Por favor, como si a los países socialistas le interesaran las futuras generaciones… Esto realmente sorprende. Jorge sabe muy bien que los jóvenes han sido los que más han escapado de los países socialistas arriesgando sus propias vidas. ¿Quiénes se van de Cuba arriesgando ser comidos por los tiburones? ¿Quiénes arriesgaban un tiro en la cabeza cruzando el muro de Berlín? ¿Quiénes salieron en masa de Venezuela? ¿Quiénes salieron de Argentina durante el kirchnerismo? ¿Quiénes salieron de Bolivia en los últimos diez años para engrosar las colonias de compatriotas en Buenos Aires, Virginia o Madrid? ¿No fueron los jóvenes? ¿O me dirá Jorge que la salud y la educación cubanas son la envidia del mundo mundial? ¿A dónde salen a estudiar nuestros jóvenes si tienen algo de suerte? ¿A Cuba o a Estados Unidos o a Chile? ¿A dónde van a curarse nuestros enfermos si tienen las posibilidades de hacerlo? ¿Conoce Jorge a alguien que quiera gastar sus ahorros para irse a chequear a un hospital de un país socialista?

El argumento de que esto es pura chambonería no es sostenible. Nuestra debacle es el resultado de un modelo, de una narrativa, de la convicción de que el Estado debe ser el que nos diga qué hacer, cómo hacer y para quién hacer. Estamos dando los mismos pasos que dieron Cuba, Venezuela, Nicaragua y Argentina. Allá también había chambones, pero había, sobre todo, una directriz socialista muy clara. Lo podemos llamar estatismo si prefieren, pero el norte ideológico es el mismo.

Esto es importante de aclarar porque si no lo entendemos así estaremos dando la pelea equivocada. Si tratamos solo de reemplazar a los chambones y ladrones con ángeles caídos del cielo, pero no cambiamos el paradigma, no habremos resuelto nada. Solo reduciendo el tamaño del Estado y su influencia en nuestras vidas le daremos un mejor futuro a las nuevas generaciones por las que Jorge y yo nos preocupamos tanto.

Antonio Saravia es economista y político.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.