s un rol cada vez más relevante y especializado en el mundo. En el país se abre paso a tropezones y en medio de poca comprensión sobre su trascendencia. Tiene que ver con el objetivo estratégico de transmitir de manera inequívoca ideas, posturas y definiciones adoptadas por una organización partidaria, una entidad gubernamental o una figura política hacia el gran público para informar, persuadir y, en determinadas circunstancias, movilizar en torno a ciertos temas o decisiones.
En los últimos cinco años, se han visto al menos tres casos de vocería política fallida en el país —dos partidarios y uno gubernamental—, cuando se quiso justificar la recaudación de millones de dólares para la campaña electoral de un frente en 2019 mediante rifas y kermeses; cuando el vocero gubernamental oficialmente designado usaba los medios para mostrarse como analista político; y cuando se lanzó polémicas calificaciones al departamento cruceño sin calcular el impacto, por tratar de estimular la emergencia de nuevas élites regionales.
En los tres casos, los portavoces fueron cesados de sus cargos oficiales u oficiosos. No hubo nuevas designaciones en la campaña de Carlos Mesa ni en el gobierno de Luis Arce. El excandidato presidencial asumió la responsabilidad de transmitir las posturas y decisiones políticas de la alianza Comunidad Ciudadana y, claro, absorber las reacciones positivas o negativas en el ejercicio de comunicar, algo que hizo con notable solvencia por décadas, a través de las pantallas de televisión y su columna de opinión.
En cuanto al actual presidente, se nota que ha intensificado la comunicación con la gente, utilizando los medios tradicionales y digitales de comunicación, apoyado por un excesivo gasto de recursos públicos en propaganda gubernamental con fines electorales, en tiempos de crisis económica. No deja de ser un riesgo para alguien con poca experiencia en comunicación política, pero necesario dada la electoralización del país. Aún está fresca la penosa imagen del mandatario sentado frente a sillas vacías, en el penúltimo intento por sentar a Evo Morales a la mesa de las negociaciones.
El caso más reciente, relacionado con el Alcalde de Cochabamba y casi seguro candidato presidencial por tercera ocasión, está marcado por una desacertada intervención discursiva de su asesor político y la preocupante frase de “el único vocero de Manfred Reyes Villa soy yo”. Está a tiempo de nombrar a una o un portavoz de entre su entorno político, alguien con las capacidades necesarias para desarrollar la vocería política a tiempo completo. Lo contrario, puede exponerlo cuando menos a una confusión en el público objetivo. ¿Está hablando el Alcalde o el líder que busca la candidatura?
Dos ejemplos de vocería política efectiva en la región, de corrientes ideológicas opuestas, más allá de los afectos y desafectos, pueden ayudar a comprender mejor la trascendencia de comunicar bien aquello que se decide transmitir correctamente.
El expresidente de México Andrés Manuel López Obrador y su singular estilo de comunicación que convirtió las "mañaneras" —conferencias de prensa diarias— en una plataforma para informar sobre las acciones de su gobierno, responder preguntas de los medios y abordar temas de interés público. El enfoque directo, reforzado con el uso de redes sociales, hizo de AMLO un vocero político altamente efectivo. Claudia Sheinbaum, la actual mandataria de México, decidió transitar por el mismo camino.
El otro ejemplo es el papel que cumple Manuel Adorni en Argentina. Además de ser un típico portavoz gubernamental designado, ahora con rango de ministro, es una de las personas de mayor confianza del presidente Javier Milei. La palabra de Adorni es, por tanto, la fiel expresión del pensamiento y posición política del mandatario libertario y de su gobierno, tanto que en un casi un año de administración no se conoce de desmentidos o controversias que hubieran puesto en duda el papel del vocero de la Casa Rosada.
La vocería política en Latinoamérica ha tenido un desarrollo particular, influenciada por la diversidad cultural y los movimientos sociales de la región. Después de las luchas independentistas, los líderes políticos comenzaron a utilizarla como una herramienta para conectarse con sus comunidades y legitimar sus gobiernos. A lo largo del siglo XX, con el auge de los medios de comunicación masivos, la figura del vocero se volvió aún más importante, ya que los políticos necesitaban transmitir mensajes a públicos más amplios.
En la actualidad la vocería política en la región y en el país enfrenta nuevos desafíos, como la desinformación y la polarización, lo que hace que la comunicación clara y efectiva sea más importante que nunca, sobre la base de los siguientes aspectos.
Estrategia de comunicación: Es esencial. Las organizaciones políticas deben dotarse de planes de comunicación política que definan cómo y cuándo se transmitirán los mensajes, identificando con precisión las audiencias y los canales adecuados para comunicar ideas, posturas y decisiones.
Uso de redes sociales: Las plataformas digitales —X, TikTok, WhatsApp, Facebook e Instagram, entre otras— se han convertido en herramientas fundamentales para la vocería política. Los líderes y sus equipos las utilizan para comunicarse directamente con la gennte, compartir noticias y responder a críticas en tiempo real. La revisión de las métricas de manera periódica ayuda a afinar la intensidad y el contenido de los mensajes.
Voceros designados: Los portavoces oficiales, responsables de comunicar las posiciones de un partido o de un gobierno, suelen ser figuras con experiencia en comunicación y relaciones públicas. Sin embargo, el requisito medular debe ser el compromiso y el convencimiento en torno a la corriente ideológica y la línea discursiva de la organización política o entidad estatal.
Gestión de crisis: En situaciones extraordinariamente adversas, la vocería política se vuelve crucial. Los portavoces deben estar capacitados para actuar rápidamente para aclarar hechos, mitigar daños y mantener la confianza del público en el liderazgo, el partido o la entidad.
Transparencia y credibilidad: En un contexto donde la desinformación es común, la transparencia tiene carácter esencial. Los voceros deben ser claros y honestos en su comunicación para mantener la credibilidad ante la población.
Interacción con los medios: La relación de los voceros con los medios de comunicación es vital. Deben ser protagonistas en la organización de conferencias de prensa, entrevistas y otros eventos para asegurarse que los mensajes sean ampliamente difundidos.
Escucha activa: La vocería política también implica saber escuchar al soberano. Las encuestas, foros y redes sociales permiten a los políticos entender las preocupaciones y opiniones del público, lo que puede influir en su comunicación y, sobre todo, en sus decisiones.
Como habrás notado, la vocería política efectiva se ha convertido en un pilar trascendental y casi imprescindible en la modernidad. Considerarla como algo accesorio o fácil de encarar, incluso por parte de los propios líderes políticos o institucionales, es no entender que la comunicación política puede hacer la diferencia en tiempos de campaña y cuando se administra los intereses de la comunidad desde cualquier nivel estatal.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.