o hay gasolina, no hay diésel, no hay dólares, no hay medicamentos, no hay carne, no hay arroz… la inflación galopa (nadie le cree al INE), no podemos circular por las carreteras, la maraña de impuestos y regulaciones hacen imposible la actividad privada y nos condenan a la informalidad… vivimos bloqueados y miramos impotentes como el poder político nos llena los noticieros de escándalos mientras ellos se llenan los bolsillos con corrupción y prebenda...
El MAS nos ha robado la economía, nos ha robado la República, nos ha robado el futuro y nos está robando la dignidad. No sabemos ya quiénes somos ni para donde vamos. Estamos asustados, silenciados y, lo peor de todo, nos estamos acostumbrando a agachar la cabeza y aceptar nuestra humillación. El MAS nos está robando el ajayu.
Pero no nos equivoquemos, el MAS y sus ladrones, sus tilines y sus pedófilos, no son el problema de fondo. El problema de fondo es el paradigma que el MAS representa: el estatismo. Cuando le asignamos al Estado el rol preponderante en la economía, el Estado inevitablemente crece y se ensancha comiéndose los recursos, expandiendo su ineficiencia y suprimiendo la actividad privada. No sirve de nada, por lo tanto, vencer al MAS el 2025 y reemplazarlo por buenos muchachos si estos no cambian el paradigma que gobierna la sociedad. Si seguimos viviendo a expensas del Estado nos acostumbraremos a la humillación de estirar la mano a ver si nos toca un bono, o a celebrar si conseguimos algo de carne en el mercado o a alegrarnos de que nuestra cola para gasolina duró solo una hora.
¿Qué hacer? Si el problema es el estatismo, la solución está necesariamente en la otra vereda: el liberalismo. La solución real es dejar de asignarle el rol preponderante al Estado y devolvérselo al individuo. Eso significa asegurar la estabilidad macroeconómica reduciendo el gasto público, proteger la propiedad privada a capa y espada, y garantizar la igualdad ante la ley como principio básico de la libertad individual.
Pero seamos concretos, las papas queman. ¿Qué se debe hacer apenas saquemos al MAS del poder el 2025? Dejo aquí ocho medidas imprescindibles.
1. Es urgente apuntalar las reservas internacionales y mantener el tipo de cambio fijo. Estas variables son las piedras fundamentales de la estabilidad macroeconómica. La forma más expedita de atraer dólares es exportando. Para esto es necesario eliminar completamente todo cupo de exportación, eliminar los controles de precios y demás regulaciones que estrangulan al sector privado. Debemos entender que el gas se acabó y dejar de pensar que un nuevo recurso natural será nuestra salvación. Es hora de meternos en la cabeza que sin un sector privado ágil y pujante no podremos generar dólares de forma sostenida. Un solo ejemplo de regulación ineficiente, y que de levantarse tendría un efecto positivo y casi inmediato sobre nuestras RIN es la prohibición de producir productos agrícolas transgénicos. Dejemos de una vez por todas la peregrina idea del “contrabando a la inversa”… eso se llama exportación y necesitamos urgentemente de los dólares que consigue.
2. Debemos reducir significativamente el gasto público y el tamaño del gobierno. Esto es imperativo e innegociable. Tenemos que dejar de acumular déficits fiscales de forma inmediata. Si estos siguen sumando, seguiremos comiéndonos las reservas internacionales y acumulando deuda (que ya sobrepasa el 80% del PIB). Ultimadamente, y en un contexto de altas tasas de interés y un deterioro acelerado de nuestra calificación crediticia (riesgo país), la deuda generará más impresión monetaria, devaluación de la moneda e inflación. El objetivo debería ser pasar de un Presupuesto General del Estado que representa un 80% del PIB a uno que represente solo el 30% del PIB.
Específicamente:
a. Debemos achicar el tamaño del gobierno reduciendo el número de empleados públicos a la mitad. La reducción del aparato estatal no solo nos ahorraría gasto, sino que desburocratizaría el sector público haciendo más fáciles los trámites y la producción en el sector formal. Además, mostraría que los políticos están dispuestos a cargar una buena parte del peso del ajuste y que no le estaríamos pidiendo a las familias que sean las únicas que lo hagan.
b. Debemos eliminar todas las empresas públicas ya sea privatizándolas o disolviéndolas (incluso aquellas consideradas “estratégicas”). Esto no solo ahorraría gasto, sino que devolvería mucho del proceso productivo al sector privado. No podemos seguir operando empresas ineficientes y deficitarias que solo sirven de botín de pegas y corrupción para la gente del gobierno. Digámoslo fuerte y claro, la privatización debe ser un instrumento clave en nuestra pelea contra la actual crisis económica.
3. Debemos flexibilizar el mercado laboral. No se puede crear empresa, innovación y riqueza cuando contratar y despedir resulta tremendamente caro y complicado. Se deben eliminar, por ejemplo, el doble aguinaldo y muchas de las prestaciones de las que es responsable el empleador. Esto no es “desproteger” al trabajador. Al revés, la flexibilización incrementa los incentivos a crear empleos y la probabilidad de que ese trabajador consiga ser contratado en el mercado formal.
4. Se deben eliminar cupos de exportación, controles de precios y otras regulaciones que ponen al empresario en camisa de fuerza. Se deben también eliminar y reducir impuestos hasta salir de la maraña y la pesadilla que significa el sistema impositivo en el país. El objetivo general es mejorar el ambiente institucional y que hacer negocios en Bolivia sea fácil y seguro. Si podemos hacerle la vida más fácil al empresario nacional podremos después esperar que compita con los productos importados sin necesidad de protecciones arancelarias. Si le hacemos la vida fácil al empresario nacional podremos abrir las fronteras con arancel cero. Esto beneficiaría a las familias más pobres del país, formalizaría mucho de la actividad informal y motivaría a nuestros empresarios a competir.
Antonio Saravia es economista y político.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.