e muy niño, dibujaba contemplando la naturaleza; las personas mayores, estrictas en sus apreciaciones, le decían: ¡mejor vete a estudiar! ". Vivía como hijo único, estaba solo, nadie con quien hablar". (1)
Ese día, se le ocurrió intentar de nuevo, mamá y papá estaban juntos, distraídos con la minúscula pantalla, apretaban los dedos pulgares. Quería hablar con ellos, contarles de su nuevo amigo, y de otras cosas: ¡mamá!, -¡qué quieres!- esa respuesta congela, su ánimo se derrumbó. Entonces, había que intentar con su padre que en ese momento comentaba con ella la imagen del celular; ambos ríen, están de buen humor. Sin perder el entusiasmo dijo: ¡papá! -hola hijo ¿ya hiciste la tarea?- ese sonido seco, severo, provoca perplejidad; lo mejor era volver a su cuarto. Sobre la cama está Milo que le mira a los ojos, siente que desea decirle algo, ¡miau!, su mirada le trasmite un ¡te quiero!; yo también gatito, vamos a jugar al patio.
Él, solamente tiene un amigo, comparten los momentos libres, sorben del mismo helado, Tomás le invita a tomar té en su casa, él tiene miedo de invitarle a la suya. Una tarde, la mamá le dice: Papá aún no vendrá, tiene reunión con sus amigos del club; es la oportunidad para hablar a solas de su amigo y de los ensueños.-Mamá, yo estaba pilotando un avión sobre el desierto en un día nublado; cuando de un momento a otro sentí que el motor fallaba, el avi.. de pronto suena el timbre del celular -¡hola Carmencha, qué cuentas!- no queda más que dejar al avión girando, girando... mira por la ventana, anochece; en la calle las luminarias intentan borrar estrellas.
Ese domingo, salieron temprano en dirección a la quinta del doctor Roger, amigo de su papá. El doctor Roger tiene dos hijas, la encantadora Melina de once años y Regina de nueve; ambas, con el celular en las manos. ¿Tienes celular?, preguntó Melina, respondió que no, y al quedarse solo se dedicó a mirar las nubes y escuchar el parloteo de las cotorras.
Se acordó de Tomás, su amigo; el día sería distinto si Tom estuviera a su lado. "Cada día se daba cuenta de cosas nuevas, esto venía al azar de sus reflexiones" (1) y se llenó de muchas mientras contemplaba el discurrir del riachuelo, son aguas que nacen en los lugares secretos de la tierra.
Cuando volvió para integrarse al grupo, las mujeres tenían el celular en las manos, ajenas a cuanto les rodeaba. Sus miradas le parecieron estúpidas, ¡así inclinadas debería crecerles joroba! las imaginó dromedarias. Escuchó a su padre que sentado frente a la mesa redonda cubierta con mantel naranja, decía: este gobierno es un tumor, la única manera de librarse es cortarlo y que le coman los buitres. El Dr. Alberto, contrariado, agitando las manos, con voz envolvente, mirando impávido al interlocutor expresó: Escucha Alberto, la derecha ni soñando gana, sabes porqué, ¡porque son puros inútiles, pelot...!
Después de cenar, padre y madre estaban sentados en el cómodo sofá, miraban la televisión; se sentó en medio de ellos para compartir los mismos momentos; de esa manera harían juntos las mismas cosas. Entonces, tomando las manos de papá y mamá, sintió que viajaba a los planetas, separando las estrellas, hasta que mamá le dijo: -vaya a la cama hijito, ya es tarde- fueron dos besos cariñosos, ambos le dijeron: -hasta mañana, Jorgito-. Aquella noche, sonó que deshollinaba volcanes, domesticaba al zorro, le ponía el fanal a la flor de seis pétalos, y escuchó decir al piloto: "Las espinas no sirven para nada; son puro maldad de las flores". (1)
Al día siguiente, quería contar su sueño; papá estaba en la ducha, mamá escribía en el celular: sus cabellos castaños caían sobre los hombros; sus ojos claros encendían las luces en los planetas; en cada pestañeo el farolito encendiendo, apagando... Es mejor volver a la cama, "así, sólo, nadie con quien hablar" (1)
(1) "El principito", A. de Saint Exupéry.
Mario Malpartida es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.