a prensa fue considerada por mucho tiempo el cuarto poder del Estado; las encuestas le otorgaban tal privilegio, situándola en ocasiones por encima de la Iglesia Católica. El público tenía confianza en los medios: la radio, los periódicos y la televisión. Hacer prensa denotaba prestigio para los medios y honra para los periodistas; Informar era sobre todo un servicio a la comunidad. ¡Hombre informado es hombre libre!, repetían los informadores. Así se percibieron los hechos, allá por los años setenta del siglo pasado.
"La muerte del periodismo" ¹ es el título del libro escrito por el periodista español Teodoro León Gross del cual se transcriben algunos párrafos. "El político sabe o debería saber, que el periodista, por falta de fe en el futuro, tiende a refugiarse en la nostalgia productiva de una época de oro perdida (...). Sufre con la hipótesis de que ese tiempo regresará para redimir a la profesión de este periodo decadente y feo". En nuestro país la política hace lo suyo: asfixia a unos medios, apoya económicamente a otros, amedrenta y desacredita a los mensajeros para que se pierda de vista el mensaje. Guerrilleros digitales la combaten; resultado: un periodismo herido.
"El periódico tenía una influencia social que gozaba de prestigio para limitar otros poderes. Por eso el periodismo era poder" Con el cambio de los tiempos, el periodismo con ideología distorsionó el concepto intrínseco de verdad, pues cada ideología es la expresión de una doctrina, de un credo, de una construcción valorativa, una entidad que pretende alcanzar el elogio de ser la verdadera verdad; sin embargo, la verdad se volvió relativa; surgieron nuevas verdades que provocaron un laberinto de ideas.
¿Cuál es la ideología que conduce a una verdad trascendente, más allá de su propia ideología? El problema es que ninguna ideología es completa y final. De manera que aquellos periodistas que abrazan ideologías políticas descuidan su calidad de actores democráticos peligrosamente inclinados por una afinidad partidaria —muchas veces intiman con el poder— contaminando su imparcialidad. A pesar de lo cual, los periodistas de todos los medios continúan siendo privilegiados en la formación de opinión.
"En este nuevo ambiente de saturación, donde cada vez existen más versiones y ´verdades´ sobre cualquier suceso, algunos se aprovechan para generar confusión y desprestigiar a empresas, personas y gobiernos con el fin de causar daños en la opinión pública".
Aún queda la duda, ¿qué es un periodismo independiente; cuál es su asepsia ideológica? Podría ser aquella donde el prejuicio ideológico está ausente. Algo así como una inclinación innata, consagrada solamente a trabajar la verdad, sin importar a quién beneficia.
La prensa no es más el cuarto poder ahora es perseguida, insultada, ha sido vilmente destronada por obra y gracia de los propios periodistas. Sin embargo, es necesario plantear una hipótesis para no dejar tan maltrecha esta profesión; por ahora perdiendo influencia, prestigio y autoridad. La amplitud de criterio para superar el contraste sería un diálogo sincero entre iguales, y el abandono consciente del prejuicio político, en beneficio de un mesurado escepticismo, y consagrar sinceramente la verdad compartida.
"Enfrentar de esa manera al periodismo digital que ha diluido al periodismo tradicional; ahora mandan Google o Facebook, cada vez cambia el ecosistema de medios, el periodismo perdiendo relevancia, estamos con el dominio del Internet. Y, aunque los periodistas hayamos logrado seguir teniendo un gran concepto de nosotros mismos, algo contrasta fastidiosamente con el concepto que tiene la sociedad de nosotros".
¹ "El periodismo ha muerto" Editorial Deusto, marzo, 2024. Leido en Kindley.
Mario Malpartida es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.