uego de vencer el primer referéndum revocatorio de mandato en la historia del país —en 2008—, Pablo Ramos, exrector de la universidad pública de La Paz, fue posesionado como Prefecto interino del Departamento por Evo Morales. Félix Patzi Paco, doctor en sociología, intelectual aymara y crítico de Álvaro García Linera y su grupo de “arribistas”, asumió como secretario general. Luego, el masismo paceño lo eligió como candidato a primer gobernador en las elecciones regionales de 2010.
En plena campaña, cerca de la realización de los comicios, Patzi fue detenido por la Policía conduciendo ebrio un vehículo. Las imágenes del arresto coparon los noticieros matinales de las principales redes de televisión y provocaron un sismo político en el MAS. Patzi estaba en serias dificultades porque no era la primera vez en ese tipo de circunstancias y García Linera ante la gran oportunidad de deshacerse de su antagonista.
La justicia comunitaria lo condenó a fabricar con sus propias manos 1.000 adobes para redimirse. Terminando la faena en su comunidad de la provincia Aroma de La Paz, Patzi pidió perdón a Morales para seguir en carrera electoral. La decisión de la élite masista fue sustituirlo con César Cocarico, quien ganó holgadamente y se convirtió en el primer Gobernador de La Paz.
Claro que Patzi quedó con el ojo en tinta. Se alejó del MAS y en el proceso electoral de 2015 decidió sacarse la espina política. Se alió con Soberanía y Libertad, la organización creada en tiempo récord por Luis Revilla, tras la desaparición del Movimiento Sin Miedo en los comicios generales de 2014. Revilla derrotó a Guillermo Mendoza, quien había pasado de filas de UN al MAS, en el municipio paceño y Patzi se encargó de Felipa Huanca en el departamento.
Pero, la revancha no estaba completa para Patzi. El primer ministro de Educación del régimen de Morales quería tener su propio partido de alcance nacional, competir con sus exhermanos y demostrarles que la política, en el campo popular, no se agota en el MAS. Acuñó la consigna de “solo un indio podrá sacar a otro indio del poder”. Cerca del final de su gestión y tras un rompimiento silencioso con SOL.bo, nació el Movimiento Tercer Sistema (MTS).
Hizo una variante en su estrategia: no se presentó en las elecciones de 2020, ni siquiera buscando una bancada legislativa. En 2021 postuló a la reelección, pero fracasó estrepitosamente. Prestó (o alquilo) la sigla del MTS a candidatos a gobernadores en los departamentos de Beni y Pando. Alejandro Unzueta y Regis Richter vencieron y se desprendieron del partido que los llevó al poder regional.
Ahora que el MAS ha implosionado y García Linera está fuera de acción, Patzi cree que es el momento de completar la revancha política. Lo primero que hizo fue asegurarse la condición de candidato en representación del MTS y, con una dosis de oportunismo, le abrió las puertas a Andrónico Rodríguez, la figura de renovación del masimo, el coloso partidario en crisis existencial.
Pero, Patzi y Morales parece que están cortados por la misma tijera. Ilustrado, a diferencia del dirigente cocalero, tampoco estaría dispuesto a ceder la candidatura presidencial a otro personaje que no represente al indígena como sujeto histórico aún con posibilidades electorales, ni siquiera al presidente del Senado, de familia quechua, del sector cocalero y joven profesional.
Si esto se verifica en el curso de los próximos meses, cuando se cumpla el plazo para la inscripción de los binomios, podrá entenderse que las revanchas en política pueden quedar como intentos fallidos si no hay capacidad para mirar más allá de sus ambiciones personales. La verdadera revancha, entonces, puede ser del electorado contra Patzi y Morales, y lo que representan, en las elecciones del Bicentenario.
Edwin Cacho Herrera Salinas es periodista y analista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.