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l país está atravesando una crisis de proporciones. Nos estamos cayendo a pedazos. No hay combustible, la gente no tiene que comer, los hospitales no tienen medicamentos, la dinamita explota en las carreteras, las empresas cierran, los jóvenes se van… ha llegado nuestra mala hora. Lo veníamos advirtiendo hace mucho tiempo y solo recibíamos insultos. No nos bajaban de “jinetes del Apocalipsis” y ya ven, el Apocalipsis llegó.

La crisis que vivimos hoy es el resultado de la acumulación de malas decisiones y políticas implementadas por los gobiernos masistas durante los últimos 18 años. Decisiones y políticas que no fueron, sin embargo, el resultado de la incapacidad o la chambonería de tilines y pedófilos, sino del cálculo y el diseño premeditado para debilitar la economía, atemorizar a la ciudadanía y anular toda reacción política. La crisis que vivimos hoy fue planificada lejos de nuestras fronteras, en los cuarteles caribeños del Socialismo del Siglo XXI. Los tilines y pedófilos solo fueron los ejecutores.

Al llegar al poder el 2006, Evo Morales, el MAS y el proyecto Castro-Chavista que los patrocinaba, tenían ya muy clara la receta: refundar el país y convertirlo en un “socialismo comunitario.” Ahí nace el germen de la crisis que vivimos hoy. El modelo económico elegido, la reforma de la Constitución y la paulatina destrucción de la democracia, fueron únicamente pasos intermedios para instalar un paradigma estatista de concentración del poder y empobrecimiento de la sociedad.

Como el 2006 nos sacamos la lotería con los altísimos precios internacionales de las materias primas, la crisis que empezó a desarrollarse desde el primer día de gobierno masista no asomó la cabeza hasta mucho después. Con plata (y fue mucha plata durante 8 años) las malas decisiones y políticas se disimulaban. No era que el Modelo Económico Social Comunitario Productivo funcionara y generara riqueza, era simplemente que todas las ineficiencias que producía se podían cubrir bajo la alfombra.

Pero claro, la lotería de precios internacionales no podía durar para siempre y cuando estos cayeron el 2014 empezamos a ver que el rey estaba desnudo. Para cubrir su desnudez y que no se notara que la fiesta se acababa, el MAS reemplazó los ingresos de gas con gasto público financiado con deuda, es decir, con déficits fiscales. Lo que sigue se cuenta solo: 11 años consecutivos de déficits fiscales acabaron con las reservas internacionales, sin reservas internacionales nos quedamos sin dólares y sin dólares nos quedamos sin combustibles y sin medicamentos. Pero, ojo, esto solo está comenzando, el Apocalipsis es profundo, el infierno tiene varios niveles, y lo peor está por venir. Sin dólares, y sin ajustar la oferta monetaria, hemos empezado rápidamente a caminar un proceso inflacionario. Un camino vertiginoso que una vez empezado es muy difícil revertir. Si ese proceso inflacionario se desencadena, ahí sí, sálvese quien pueda.

Y ¿por qué estaba desnudo el rey? Porque el paradigma “socialista comunitario” no solo estaba diseñado para despilfarrar los ingresos del gas, sino, sobre todo, para aplastar la iniciativa privada. Esa era la receta Castro-Chavista: que no quede iniciativa privada con cabeza. El MAS impuso controles de precios, cupos a la exportación, regulaciones imposibles de navegar en el mercado laboral, una maraña impenetrable de impuestos, burocracia, tramitología, y, por supuesto, una falta total de seguridad jurídica. Así no hay iniciativa privada que florezca a menos, por supuesto, que se esconda en el sector informal. La consecuencia natural es que, como porcentaje de la economía, el nuestro es el sector informal más grande del mundo.

La crisis que vivimos hoy es el resultado de muchas malas decisiones y políticas acumuladas por casi dos décadas. Pero el germen, la piedra fundamental, está en la llegada al poder de un proyecto “socialista comunitario,” un proyecto que el depuesto presidente Sánchez de Lozada vislumbró el 2003 y acertadamente llamó la “dictadura sindical.” La culpa la tiene, sin duda, la mafia masista, pero también los traidores que permitieron su llegada al poder y además les dieron amnistía.

Antonio Saravia es economista y político.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.